Siempre que pensamos en orfandad nos viene a la mente un niño que pierde a sus padres. Sin embargo, una situación de orfandad se puede vivir a cualquier edad. Y los sentimientos de duelo se intensifican especialmente cuando fallece el segundo de los padres durante la edad adulta porque somos plenamente conscientes del tiempo pasado y, por tanto, lo que implica esta ausencia.
La pérdida de ambos padres durante la edad adulta es una problemática que no suele verbalizarse tan a menudo como ocurre a los niños. No obstante, los sentimientos de tristeza y el proceso de duelo por la muerte de una madre y padre son también complejos y han de sanarse.
Pero, ¿cómo se vive la orfandad en adultos? La mayoría de personas en algún momento se plantean cómo sería su vida cuando fallezcan sus padres. La gran diferencia entre el duelo por orfandad en adultos y niños es que estos primeros racionalizan más el evento traumático.
La pérdida de uno de los dos padres se caracteriza por focalizar toda la atención en acompañar a su padre o madre viuda, priorizando incluso las necesidades del otro progenitor sobre las propias. Desde un punto de vista vital, el hijo experimenta por primera vez la lección de que los padres también se pueden ir, entrando en contradicción con el pensamiento mágico de que “los padres siempre estarán ahí”.
Sin embargo, cuando falta el segundo de los progenitores termina de racionalizarse en los adultos la idea de que comienza una nueva vida marcada por la ausencia de ambos. Una vida en la que uno es consciente de lo que implica esta ausencia o la importancia de no tenerlos cerca.
Otro desafío que encaran los adultos cuando pierden a sus padres es darse cuenta de que el orden lineal en el que se van las personas ha llegado a su última etapa. A diferencia de los niños, que durante su infancia aprenden a que primero se van los abuelos y después los padres, un adulto huérfano suele sentir que la siguiente fase en un orden lineal podrían ser ellos.
Por lo tanto, el desafío cuando una persona encara las fases de duelo por la muerte de una madre y un padre no pasa solo por superar este momento traumático. Son habituales los pensamientos de fragilidad ante la vida. Miedos por creer que generacionalmente el adulto ya se encuentra en la siguiente línea vital.
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En la sociedad impera una norma no escrita por la que los adultos no pueden permitirse estar mal ante la falta de sus padres. En principio ya afrontan la vida con madurez y han de responder a sus responsabilidades con entereza.
Esta presión que algunos adultos se arrojan incrementa aún más la tristeza por la ausencia de sus progenitores. En ocasiones, no permitirse exteriorizar las emociones puede provocar un colapso emocional que dificulta aún más el tránsito por las etapas del duelo.
Escucharse a sí mismo es esencial para afrontar una situación dolorosa como la pérdida de ambos padres. Estos son algunos síntomas comunes que puedes experimentar durante el proceso de duelo:
✅ En ocasiones aceptar la pérdida no es fácil por sí mismo. Solicitar un acompañamiento de un especialista te ofrecerá las herramientas para sobrellevar la realidad y superar el duelo.
Nadie nos enseña cómo afrontar la muerte de nuestros padres. La sensación de pérdida de control, incomprensión o fragilidad personal son frecuentes en un duelo de adultos. Estos son algunos aprendizajes que te ayudarán a sobrellevarlo.
Echar de menos a tus padres es, en realidad, un síntoma de amor. Piénsalo: nadie echa de menos algo que fue horrible o desagradable. Al contrario, esa sensación de vacío en realidad es una añoranza a todos aquellos buenos momentos que compartirte junto a ellos.
Se trata de un poso de amor que han dejado en ti y te marcará para siempre. Rememorar algunas vivencias forma parte del proceso de duelo y contribuye a mantener ese recuerdo vivo.
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Con el objetivo de reconfortar algunas personas suelen verbalizar frases como “por lo menos ya no sufre” o “tuvo la oportunidad de vivir muchos años”. Sin embargo, estas frases no siempre ayudan, a pesar de las buenas intenciones con las que se digan.
Una persona quiere a sus padres por el vínculo que les une, y no por lo mayores o sanos que están. Por lo tanto, la sensación de vacío no cambia por el hecho de haber sufrido una enfermedad larga y dolorosa. Ni tampoco reconforta saber que vivió mucho años.
Tomar consciencia de que la pérdida de ambos progenitores duele, aunque fueran mayores, es el principio para comenzar con la sanación. Sentirse aturdido y perdido en esta situación es normal y forma parte del proceso.
Algunas personas evitan la palabra “muerte” y emplean eufemismos para tangibilizar la ausencia como “perdí a mi padre”. Lo cierto es que los progenitores no se han perdido, sino que uno mismo se siente perdido en esta situación.
Asumir la realidad también es parte del proceso. Esto no significa que sea sencillo racionalizarlo. Las expresiones como “nos dejó” o “nos abandonó” pueden dar lugar a lo que se denomina como síndrome del niño abandonado. Se traduce en sentimientos de desamparo y pueden conducir a una herida más difícil de curar.
Recordar que los padres murieron, no porque querían hacerlo, sino porque llegó su momento permite desprenderse de esa sensación de abandono o soledad. Nombrar los hechos tal y como son forma parte de la fase de aceptación en el duelo de un padre o madre.
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Cuando fallecen ambos padres se plantean dos caminos: o quedarse huérfano o convertirse en tu propio padre o madre. A esta perspectiva se la conoce como maternarse y consiste en conectar con esa figura progenitora o en esa figura que nos hubiera gustado tener (en los casos en los que los hijos no tuvieron un buen referente en el que fijarse).
Es importante considerar que la ausencia no es el final de una vida para el hijo, sino el principio de una realidad que se tiene que reconstruir.
✅ Recuerda: no conviene buscar una figura que reemplace la ausencia de los padres en una pareja, hijos u otros familiares. Es momento de continuar la carrera donde ellos la dejaron, corrigiendo los fallos (si los hubieron) y reivindicar lo que uno necesita aunque esos padres ya no puedan cuidarte.
Los padres suelen ser el eje en la estructura de una familia. El epicentro sobre el que giran los hijos. Parte del duelo pasa por reorganizar una vida tras la ausencia de los progenitores. Conviene tomar la batuta, sin asumir responsabilidades impropias, pero con la convicción de que el camino continúa.
Es importante que uno haga elecciones para afrontar esta nueva realidad, pero nunca resignaciones. Conviene recordar que uno no debe renunciar a quién es cuando más lo necesitas.
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