La relación de los progenitores tras un divorcio puede marcar la infancia de los hijos. A pesar de las desavenencias derivadas de una separación la prioridad debe ser siempre el bienestar de los menores. Independientemente del tipo de régimen de crianza que se pacte es fundamental alcanzar acuerdos beneficiosos para ellos y mantener una comunicación saludable.
La custodia compartida (también denominada tenencia compartida) es una modelo de guarda y custodia de los hijos menores de edad en la que sus progenitores cuentan con derechos y obligaciones de crianza en igualdad de condiciones.
Esto significa que ambos comparten el cuidado de hijos de forma equitativa. Con esto nos referimos tanto al tiempo que pasan juntos con los hijos y las responsabilidades económicas para garantizar su bienestar. Además, esta figura busca como fin último garantizar siempre el interés de los menores.
En los últimos años ha surgido un concepto desde Estados Unidos llamado coparentalidad. Aunque no se encuentra recogido en ningún texto jurídico en España, este modelo de crianza compartida se basa en la decisión de dos adultos por criar un hijo en común sin que los vincule ninguna relación sentimental.
Este modelo está basado en el respeto mutuo de ambas personas con un objetivo común: garantizar el bienestar y la crianza saludable del menor. Un ejemplo sería la buena relación de dos progenitores separados que llegan a acuerdos y mantienen una comunicación fluida por el bien de un menor.
Sea cual sea la terminología que usemos, cuando hablamos de crianza compartida de padres separados las diferencias de los adultos no deben perjudicar la tranquilidad de los hijos.
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Construir una relación sana entre los progenitores responsables de la crianza compartida es una garantía para proteger la felicidad de los hijos. Estas son algunas ventajas de mantener una relación saludable y llegar a acuerdos amistosos:
La mayoría de divorcios conflictivos entre progenitores suelen tener un impacto en los niños. A menudo se prioriza el conflicto por encima del verdadero bienestar de los menores. Uno de los problemas más habituales es el llamado síndrome del hijo de padres separados.
Aparece en situaciones en las que los hijos perciben fricciones de sus padres durante la separación. Esto les causa problemas de ansiedad infantil, estrés y cambios en su comportamiento. El bajo rendimiento escolar es frecuente. Además, pueden desarrollar problemas de autoestima y salud mental.
Existen algunos factores que agudizan el impacto negativo en el menor como su edad durante el momento de la separación, el tipo de comunicación que tienen los progenitores o el apoyo emocional con el que cuentan.
Es por ello que la relación que tenemos con nuestra ex pareja marca la infancia de los hijos. Aun así, no siempre es fácil llegar a acuerdos tras un proceso de divorcio. Aquí van algunos consejos para llegar a acuerdos sanos en un modelo de coparentalidad o crianza compartida.
Definir unos horarios consistentes en ambos entornos familiares es importante para que el niño tenga la sensación de que no existe desequilibrio. Independiente de la vivienda en la que duerma, la hora para despertarse, irse a la cama o la cena debe ser la misma.
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Otro error habitual entre padres separados es tender a recompensar a los hijos por encima de lo que lo hace el otro progenitor para ganarse la estima del niño. Lejos de favorecer a los menores, esto puede provocar dinámicas poco saludables que afecten al hijo.
Se aconseja que los padres acuerden las normas de comportamiento que se impulsarán en los distintos entornos familiares. Al igual que las recompensas cuando se quiere premiar.
Recuerda que la relación que construyáis entre ambos podría tener un impacto en el bienestar de vuestro hijo. Trata de ser comprensivo con las inquietudes que plantee tu ex pareja. Buscar acuerdos es la mejor forma de reforzar vuestra comunicación sin perder el foco en vuestro hijo.
Al igual que mantenemos las formas al interactuar con compañeros de trabajo, tengamos más o menos afinidad, el respeto no debe perderse cuando nos comunicamos con nuestra ex pareja. Trata de mantener las conversación en torno al bienestar de los niños.
Evita los reproches y escucha atentamente el discurso de la otra persona. Discrepar es saludable, siempre y cuando se haga de forma respetuosa y constructiva. Además, se recomienda no perder una línea de comunicación directa siempre y cuando sea posible.
La coparentalidad debe entenderse como una relación de equipo entre los dos adultos. Es importante que ambos estén en la misma página en aquello que afecta al niño. Este tándem no debe verse afectado por discrepancias personales.
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Llegar a acuerdos sanos para los hijos es siempre más sencillo cuando la motivación principal nace desde el bienestar del pequeño. Evita defender una postura que favorezca más a una de las partes. ¿Beneficia verdaderamente a tu hijo? En función de esa respuesta debéis actuar ambos progenitores.
La mayoría de las relaciones de divorcio pueden sufrir ciertos desajustes. Estos son los errores más habituales durante la crianza compartida que no deben cometer:
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