Decidir dónde pasar la jubilación ya no es solo una elección guiada por el corazón, sino una valoración cada vez más consciente que también debe tener en cuenta el factor climático, como demuestran ciudades de toda España, desde Madrid a Baleares, donde las olas de calor y las viviendas adaptadas al clima están configurando nuevas formas de vida.
Cuando te acercas a la jubilación, tus hijos han crecido y abandonado el «nido» familiar, y el ajetreo diario deja paso a la tranquilidad, es normal que te replantees dónde quieres pasar tus años dorados: junto al mar, en la montaña, en el campo, en otra ciudad, o quizá en ese lugar donde solías pasar las vacaciones todos los años. En definitiva, lugares en los que siempre has soñado vivir, pero que el trabajo, de alguna manera, no te lo permitía. Así que, ahora que eres «libre», tienes la libertad de moverte. Pero elegir un lugar para vivir hoy en día significa mirar más allá del paisaje y el coste para considerar una cuestión crucial: ¿hasta qué punto es resistente al clima el lugar del que quieres hacer tu hogar?
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No es un ningún engaño
En todo el mundo, olas de calor que baten récords, tormentas cada vez más violentas e inundaciones cada vez más mortíferas han demostrado que el riesgo climático ya no es una amenaza lejana: a pesar de lo que digan algunos, es real y está afectando a nuestra vida cotidiana. Y está perjudicando sobre todo a las personas más frágiles. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el año 2000 y el 2019 se produjeron una media de 489.000 muertes anuales relacionadas con el calor en todo el mundo. Solo en la región europea, las olas de calor causaron más de 60.000 muertes en 2022, y las previsiones apuntan a que esta cifra podría duplicarse en 2050 hasta alcanzar unas 120.000 muertes anuales. En 2023, las estimaciones apuntan a casi 48.000 muertes relacionadas con el calor en Europa. Estas alarmantes cifras muestran que lo que antes se consideraba una posibilidad lejana se ha convertido en un punto de presión inmediata para los sistemas e infraestructuras sanitarios, especialmente en los lugares más expuestos.
https://lancetcountdown.org/2024-report/
El año pasado no hizo sino confirmar la tendencia. Según el informe sobre el Estado de los Recursos Hídricos Mundiales de la Organización Meteorológica Mundial, el 2024 se caracterizó por unas condiciones en general más cálidas y secas, con fuertes contrastes de unas zonas a otras: en algunas regiones hubo largos periodos de grave sequía, mientras que en otras se sucedieron frecuentes e intensas inundaciones.
Las ciudades aceptan el reto
¿Dónde podemos buscar ideas que nos ayuden a defendernos de estas condiciones climáticas cada vez más imprevisibles y peligrosas? Las ciudades están ofreciendo soluciones valiosas, desde la reevaluación de sus estrategias urbanas hasta el desarrollo de planes integrados que combinen un mayor apoyo a la salud pública, una planificación urbana más respetuosa con el clima e innovación tecnológica. El Informe 2024 de ONU-Habitat sobre las Ciudades del Mundo destaca cómo, en las próximas décadas, una parte cada vez mayor de la población urbana -unos mil millones de personas- estará expuesta a altas temperaturas, lluvias intensas o periodos de sequía. Las ciudades tienen un papel clave que desempeñar. Porque, si bien son las principales emisoras de gases de efecto invernadero, también son laboratorios en los que desarrollar medidas concretas para mitigar los efectos del clima y adaptarse a ellos.
Las ideas abundan. Por ejemplo, una solución de mitigación climática ampliamente adoptada es la creación de funciones específicas para coordinar las acciones contra el calor extremo, como la del jefe de Calor, que puede conectar en red a instituciones y ciudadanos e integrar el riesgo climático en las decisiones de planificación. Sin embargo, tan solo un puñado de ciudades en todo el mundo -como Atenas, Los Ángeles, el condado de Miami-Dade y Melbourne- han adoptado esta postura hasta ahora.
Otros esfuerzos se centran en los materiales y tecnologías que pueden reducir la acumulación de calor en las zonas urbanas: superficies reflectantes, pavimentos drenantes y tejados y fachadas capaces de disminuir las oscilaciones de temperatura. Estas soluciones, combinadas con un mayor uso de la vegetación y los espacios sombreados, ayudan a refrescar el ambiente y mejoran el confort, sobre todo para las personas más vulnerables.
La planificación urbana también desempeña un papel clave: diseñar calles, plazas y barrios teniendo en cuenta la ventilación natural, la permeabilidad del suelo y la gestión sostenible del agua es ahora una prioridad. No se trata solo de estética, sino de crear ciudades más resilientes, capaces de afrontar olas de calor, sequías y lluvias repentinas sin poner en riesgo la salud y la seguridad de los ciudadanos.
Combatir la naturaleza… con la naturaleza
Entre las herramientas más eficaces para mitigar el cambio climático se encuentran las infraestructuras verdes y azules, que combinan naturaleza y diseño para aumentar la resiliencia de los territorios. La infraestructura verde incluye elementos naturales o seminaturales como parques, bosques urbanos, jardines verticales y tejados verdes, así como «corredores de vegetación» que conectan espacios abiertos. Estas soluciones ayudan a reducir las temperaturas locales, mejoran la calidad del aire y proporcionan sombra y espacios de bienestar. La infraestructura azul, por su parte, se refiere a todas las obras y sistemas relacionados con la gestión del agua, como las cuencas de recogida de aguas pluviales, los cursos de agua restaurados, los proyectos de humedales y los sistemas de drenaje sostenibles. Juntos, los proyectos de infraestructuras verdes y azules no solo reducen el riesgo de inundaciones y erosión del suelo, sino que permiten acumular y gestionar el agua de lluvia, mitigando tanto las sequías como las inundaciones repentinas.
El reto del calor en España
«En España, los efectos del calor extremo ya son claramente visibles: entre el 16 de mayo y el 13 de julio de 2025 se registraron 1.180 muertes relacionadas con el calor, casi todas entre personas mayores de 65 años. En 2024, durante el verano, las muertes relacionadas con el calor se estimaron en 6.743, con tasas más altas en regiones del interior como Andalucía y Castilla-La Mancha, donde las casas más antiguas y mal aisladas amplifican los efectos del calor.
Para hacer frente a estos retos, las instituciones públicas y los proyectos piloto están promoviendo viviendas más resistentes y sostenibles. En Madrid, el Plan Rehabilita 2025 ofrece ayudas de hasta 10.000 euros por vivienda para el aislamiento térmico, la mejora de las ventanas y la instalación de bombas de calor, haciendo que las casas más antiguas construidas antes de los años ochenta sean más seguras y confortables, especialmente en condiciones de calor extremo. Al mismo tiempo, en Sevilla, el prototipo de vivienda pública AURA 1.0 incorpora estrategias pasivas, como ventilación natural, protección solar y materiales de baja inercia térmica, que ayudan a mantener el confort interior durante las olas de calor sin depender del aire acondicionado ni de sistemas eléctricos. En Baleares, el proyecto Life Reusing Posidonia ha construido viviendas sociales con materiales naturales y soluciones de refrigeración pasiva, como aislamiento optimizado, orientación de las ventanas y patios interiores, reduciendo el consumo de energía y mejorando las condiciones de vida en el interior.»
https://www.disabled-world.com/disability/emergency/climate/european-heat-wave.php
Las zonas costeras y las montañas hacen frente al cambio climático
Aunque vivir junto al mar o en la montaña, inmersos en la naturaleza, genera sin duda beneficios para la salud, los residentes deben tener en cuenta algunas precauciones, ya que estas zonas también deben hacer frente a los efectos del cambio climático. La progresiva subida del nivel del mar ha llevado a muchas ciudades costeras a adoptar soluciones para intentar atajar el problema, entre ellas la construcción de presas, la adopción de diferentes diseños de carreteras y la plantación de vegetación capaz de absorber el agua. Mientras tanto, a gran altitud, las comunidades de montaña se enfrentan a oscilaciones de temperatura cada vez más frecuentes, a la reducción de las reservas de agua y a un mayor riesgo de corrimientos de tierras, problemas todos ellos que buscan soluciones.
Una brújula para tomar decisiones de vida
En el complejo escenario climático actual, incluso la elección entre una vivienda nueva o la renovación de la actual requiere una consideración más cuidadosa. Antes de hacer una mudanza o emprender un proyecto importante de mejora de la vivienda, hay que asegurarse de evaluar los riesgos climáticos específicos de la zona: ¿es susceptible de sufrir fenómenos como olas de calor, inundaciones, erosión costera o corrimientos de tierra? A continuación, hay que comprobar la calidad del edificio, su eficiencia energética y su capacidad para ofrecer confort en condiciones extremas: aislamiento térmico, ventilación natural, ventanas de alto rendimiento y sistemas modernos como bombas de calor o paneles fotovoltaicos ya no son detalles opcionales, sino inversiones que protegen tu salud -y la de tu cartera- a lo largo del tiempo.
También hay que tener en cuenta la resistencia estructural: materiales adecuados a las condiciones locales -resistentes a la sal, las heladas o la humedad- y sistemas de drenaje para lluvias intensas pueden marcar la diferencia, al igual que la conciencia de los futuros costes de mantenimiento, que suelen ser más elevados en zonas de alto riesgo.
Junto a estos aspectos técnicos, los servicios y el entorno circundante también importan: zonas verdes, carriles bici, transporte público fiable e instalaciones sanitarias accesibles son elementos que afectan a la calidad de vida, sobre todo a medida que uno se hace mayor, así que hay que asegurarse de que estén disponibles. Evaluar la durabilidad y el valor a largo plazo de la propiedad es otro paso importante: las viviendas diseñadas o renovadas con un enfoque «verde» tienden a mantener mejor su valor y a atraer incentivos o desgravaciones fiscales. Por eso puede ser útil consultar a profesionales -geólogos, ingenieros, certificadores energéticos- y consultar los planes de protección civil y los programas locales de adaptación al clima para entender cómo el lugar que has convertido en tu hogar se enfrenta a los retos del mañana.
En otras palabras, hay que pensar y planear con cuidado. La decisión de dónde vivir -o qué tipo de remodelaciones llevar a cabo- cuando uno se jubila no debe guiarse solo por las emociones; debe ser una decisión consciente, que garantice el bienestar y la seguridad personales. Y, sobre todo, debe tener en cuenta que el cambio climático ya está aquí: el aumento de las temperaturas medias, la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, la modificación del régimen de lluvias y la subida del nivel del mar han dejado de ser amenazas futuras para convertirse en realidades presentes.
