La llegada de un bebé es un momento muy importante que te cambia la vida de innumerables maneras: entre los cambios más drásticos se encuentra casi siempre el dinero.
Gastos durante el embarazo, la habitación del bebé, el carrito, la guardería, ahorrar para el colegio privado o la universidad… Con el nacimiento de un hijo, la economía deja de estar en segundo plano y se convierte en algo primordial. Cuanto más pospongan los futuros padres el momento de sentarse a hablar abiertamente de los gastos que generan los hijos, mayores serán los riesgos: estrés, resentimiento y pérdida de oportunidades para planificar a largo plazo.
Pero la transparencia económica en la pareja no solo sirve para evitar las crisis. El vínculo entre dinero y relaciones de pareja está claro. Ser padre o madre primerizos puede ser una herramienta que refuerce el vínculo con la pareja, garantice la estabilidad financiera de cara al futuro y reduzca la ansiedad para poder disfrutar así de las maravillas de la paternidad.
En primer lugar, no dejes que la vergüenza de mostrar tus dificultades económicas te impida reconocer la presión financiera que representa criar a un hijo. Según datos del USDA (Departamento de Agricultura de Estados Unidos), una familia casada y con ingresos medios que tenga un hijo hoy en Estados Unidos gastará más de 300.000 dólares en criarlo hasta los 17 años, sin contar la universidad.
Luego está el cuidado del bebé, otra fuente de gastos importante. En 2022, la atención infantil en centros y guarderías de los grandes condados podía costar 17.171 dólares anuales, según Census data, y el coste del cuidado de los hijos antes de los cinco años ascendía a 150.000 dólares o más en las grandes ciudades.
Mientras tanto, la crisis de la vivienda en todo el país hace que tener un techo sea ahora más difícil que en los últimos 100 años.
En Europa, los gastos que generan los hijos son diferentes, en gran parte debido a los amplios programas sociales y a las subvenciones para guarderías, pero los retos son los mismos. Aunque los costes varían mucho de un Estado a otro, el gasto total de una familia de renta media que cría a un hijo hasta los 18 años (excluida la educación superior) suele ser bastante inferior al de Estados Unidos y se sitúa generalmente entre los 100.000 y los 200.000 euros.
La diferencia se debe principalmente a la atención a la primera infancia. En muchos países de la UE (como Alemania y Suecia), las generosas subvenciones hacen que el coste neto de una guardería a tiempo completo para una pareja con dos sueldos sea a menudo una mínima parte del dinero invertido por los padres estadounidenses.
Sin embargo, incluso con estos sistemas de apoyo, el coste de la vivienda sigue siendo el mayor elemento de gasto a la hora de planificar la economía familiar, lo que dificulta enormemente el acceso a un hogar.
Los desacuerdos en cuestiones de dinero son una de las causas más citadas al hablar de los conflictos conyugales y de pareja. Un estudio donde se hacía un seguimiento de los conflictos de pareja durante 15 días citaba el dinero como la principal causa de desacuerdo en el 40 % de los casos. Otro estudio demuestra que las disputas relacionadas con el dinero tienden a ser más intensas, se repiten con más frecuencia y tienen más peso que muchos otros tipos de conflictos.
Los estudios también demuestran que las parejas que gestionan la economía doméstica de forma conjunta —compartiendo las cuentas bancarias o la toma de decisiones— tienden a manifestar mayor grado de satisfacción y estabilidad en la relación a largo plazo.
Un estudio reciente sobre la transparencia económica en la pareja revela que, cuanto más claros están los gastos y las deudas, mayor es la satisfacción conyugal.
En otras palabras: una conversación abierta y objetivos financieros compartidos fortalecen la relación romántica.
La paternidad conlleva dos tipos de consideraciones financieras:
Gastos en bienes y servicios:
Aspectos económicos menos tangibles:
El mayor reto al que se enfrentan los padres —tanto si están casados, como si son pareja de hecho, están separados o están divorciados— es trabajar juntos para ponerse de acuerdo en la contribución de cada uno a la crianza de sus hijos en términos de tiempo, dinero y acompañamiento emocional.
Todo esto significa que se hace más complicado mantener «cuentas secretas» o tomar decisiones unilaterales. El riesgo es demasiado alto. Cuanto antes se ponga de acuerdo la pareja sobre las normas, expectativas y límites, menos probable será que uno de sus miembros se sienta sorprendido o traicionado por un gasto inesperado o una decisión en la que no ha participado.
Para poder poner todo esto en práctica e ir más allá del típico consejo: «tenéis que hablar», he aquí algunas puntualizaciones y advertencias más:
Resulta tentador ir directamente a abrir la hoja de cálculo; pero, antes, es importante que cada miembro de la pareja exprese sus prioridades sobre la crianza de los hijos y sus razones. En ese momento, tratad de escuchar con la mente y el corazón abiertos. Tú puedes preferir crear un colchón más grande para imprevistos y tu pareja puede querer centrarse en ahorrar para que vaya a la universidad. Puede que uno quiera dejar su trabajo para pasar más tiempo con el recién nacido y el otro prefiera comprar una casa más cara.
Llegar a un consenso sobre vuestras prioridades ayuda a evitar peleas posteriores por gastos no acordados. Si no os ponéis de acuerdo, trata de entender de dónde procede vuestra discrepancia como padres. ¿Cómo podéis llegar a un punto de encuentro?
Normalmente, al elaborar cualquier presupuesto tomamos como referencia los gastos de periodos anteriores. Pero, al crear el presupuesto de un recién nacido, entras en una nueva vida con territorios inexplorados.
Por ejemplo: «Si uno de los dos trabaja a tiempo parcial, ¿qué déficit tendremos en los ingresos y cómo podemos compensarlo por otro lado?». O bien: «Si compramos ropa nueva para la bebé en lugar de heredar la de su prima, ahorraremos menos para mandarla a estudiar fuera».
Proponer distintas hipótesis y escenarios ayuda a poner de manifiesto posibles conflictos y los valores reales de cada miembro de la pareja.
Algunas reglas pueden ser muy útiles para los padres primerizos, entre ellas, la de vigilar esos gastos menores o innecesarios que pasan desapercibidos, pero acaban afectando al presupuesto (los llamados gastos hormiga). Por ejemplo, muchos consideran que estas normas pueden ser de ayuda: «Tenemos que aprobar de mutuo acuerdo cualquier gasto superior a 300 euros», o «Tenemos que mirar los gastos no esenciales una vez al trimestre».
A continuación, toma anota del acuerdo y marca la reunión en un calendario compartido.
Es importante que habléis seriamente sobre qué haréis después del parto con respecto al permiso de maternidad/paternidad, las bajas laborales relacionadas con el bebé o incluso la posibilidad de que uno de vosotros deje de trabajar. Es muy probable que la idea que tiene cada uno sobre la forma de conciliar vida laboral y familiar cambie con la llegada del bebé, pero llegar a un acuerdo desde el principio sienta las bases para mantener un diálogo abierto sobre esta cuestión crítica. Preguntas que deberíais abordar:
La emoción de traer un niño al mundo puede enmascarar una realidad oculta: los niños son «inflacionarios». A medida que el niño crece, sus necesidades y gastos aumentan: ropa y calzado más grandes, más viajes, actividades extraescolares, dispositivos electrónicos, clases particulares, terapia, campamentos y gastos sociales. Dicen que «los niños vienen con un pan debajo del brazo», pero lo cierto es que se lo comen rápido. Los adolescentes suelen conllevar gastos de vida social, coche, viajes, deportes y, por supuesto, la universidad. Recuerda que, sean cuales sean los problemas financieros a los que te enfrentas ahora, lo más probable es que empeoren. ¡Te hemos avisado!
Lo que das por hecho el primer año puede no ser cierto en el quinto. Pueden ocurrir miles de cosas: que tu pareja cambie de profesión o quiera abrir un negocio, que surjan problemas de salud… las prioridades pueden cambiar. Acostúmbrate a revisar periódicamente la estructura de ingresos y gastos, y el plan de cuidado de los niños. Un contrato débil se romperá; un plan demasiado vago no se mantendrá.
Unos padres felices que se sienten apoyados y en contacto con el mundo son mejores padres. No olvides cuidar tu salud, tu vida social y tus aficiones al elaborar tu presupuesto.
Incluso las parejas más sinceras pueden reaccionar de forma exacerbada cuando se trata de dinero y pueden aflorar sentimientos de vergüenza, resentimiento o culpa. La vida y los gastos están llenos de giros inesperados. Si las peleas por dinero se vuelven frecuentes o hirientes, puede ser útil recurrir a un tercero neutral, por ejemplo, un terapeuta de pareja o un asesor financiero. Y puede ser útil revisar las prioridades y valores que fijasteis cuando emprendisteis la aventura de ser padres.